lunes, 30 de noviembre de 2015

VIENTO DEL DESIERTO

Una suave sensación
de viento amarillo cálido granulado,
sostuvo una fragancia agradable, 
etérea, volátil, 
de aceite o ungüento de mirra apresuradamente preparado,
que cruzó por pocos segundos por mi tienda,
para desvanecerse en ondas de mirada
por la sorprendida abertura de su puerta.

Hernando del Retoño.
                                                       

lunes, 23 de noviembre de 2015

Cómo me pesan tus cambios

CÓMO ME PESAN TUS CAMBIOS tan bruscos
noche brumosa y escondida

te invento en un sueño de antaño
con una constelación de cinco estrellas

por la mañana eres tibia y dulce
cubierta de sombras y aromas
apenas clara, plateada, derramada,
en un silencio blanco, sinuoso, perezoso

un lucero es un bello adorno en tu ventana

ondas de luz entretejen tu nuevo despertar
que pintan un contorno de sombra difusa
de montaña sobre tu contorno dormido

abrazas una tierna creatura salvaje

en lo alto del mediodía
te vuelves complicada y caótica
atascada en tus sentimientos encontrados

me invaden tus calientes y filosos reproches
me descubro frágil al sentir muy dentro
tu apresurado fastidio que fatiga
como un ardor caliente en los ojos

es voluble tu temperamento

sin mas te desatas tu pelo negro
que escurre en tus bellos hombros
y un perfume de ondas con holandas blancas
se sostiene brevemente en el ambiente

una fragancia excesiva caféinada
dotada de tímidos hilillos grises
entretejen una actitud escurridiza
que me da la espalda
y esquiva mi sorprendida y abierta mirada

siento la nostalgia húmeda
la de mi infancia
la que ya se fue y no volverá a ser

siento un afiebrado frío glacial

las rachas se amortiguan oscilantes
en una suave ondulación de lenguas marinas
llueven gotas de luz 
y vuelves a ser cálida y apresurada

te descubres en medio de la tarde
vestida de azul lejano e inasible
tu cuerpo es la tela plegadiza
que atrae y atrapa las miradas

todo termina al cerrar los ojos
y percibir destellos como anguilas de luz
el sol se ha guardado en el cofre
y los patios se recogen taciturnos

tu fuego es agua arrepentida
tu vientre es una plaza irritada
los pasadizos de tu intimidad
oscurecen como nidos subterráneos

las luminarias marcan tus pistas nocturnas
en las esquinas oscuras de tu cuerpo
el fuego hipnótico atrapa tu mirada deseosa

te desnudas, te aligeras, 
reposas con tu fatiga en vértigo
en una almohada de piedra

todo termina al cerrar los ojos

eres doble que se desdobla
doblándose sobre si misma en su mismo doblez

todo termina al cerrar los ojos

Hernando del Retoño. nov 2015.



EL ENFERMO

El enfermo

Por el amplio silencio del instante
pasa un vago temor.
Tal vez gira la puerta sin motivo
y se recoge una visión distante,
como si el alma fuese un mirador.

Afuera canta un pájaro cautivo,
y con gota fugaz el surtidor.

Tal vez fingen las cortinas altas
plegarse al toque de una mano intrusa,
y el incierto rumor
a las pupilas del enfermo acusa
un camino de llanto en derredor.

En sus ojos opacos, mortecinos,
se reflejan las cosas con candor,
mientras la queja fluye
a los labios exangües de dolor.

Cuenta la Hermana cuentas de rosario
y piensa en el Calvario
del Señor.

Pero invade la sombra vespertina
un extraño temor,
y en el péndulo inmóvil se adivina
la séptima caída del amor.

Tal vez gira la puerta sin motivo.
Afuera canta un pájaro cautivo,
y con gota fugaz el surtidor.


Poesía. José Gorostiza. F.C.E México, 1982.

viernes, 20 de noviembre de 2015

NO TE SALVES


NO TE SALVES
                                     Mario Benedetti
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
                no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
            pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
                    entonces
no te quedes conmigo.

Los portadores de sueños

Los portadores de sueños

En todas las profecías
está  escrita la destrucción del mundo.
Todas las profecías cuentan 
que el hombre creará  su propia destrucción.

Pero los siglos y la vida 
que siempre se renueva 
engendraron también una generación 
de amadores y soñadores; 
hombres y mujeres que no soñaron 
con la destrucción del mundo, 
sino con la construcción del mundo
de las mariposas y los ruiseñores.

Desde pequeños venían marcados por el amor,
detrás de su apariencia cotidiana 
guardaban la ternura y el sol de medianoche. 
Las madres los encontraban llorando 
por un pájaro muerto 
y más tarde también los encontraron a muchos 
muertos como pájaros. 
Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas 
y las dejaron preñadas de miel y de hijos verdecidos 
por un invierno de caricias. 
Así fue como proliferaron en el mundo los portadores de sueños, 
atacados ferozmente por los portadores de profecías, 
habladoras de catástrofes. 
Los llamaron ilusos, románticos, pensadores de utopías 
dijeron que sus palabras eran viejas 
y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso 
es antigua al corazón del hombre. 
Los acumuladores de riquezas les temían 
lanzaban sus ejércitos contra ellos, 
pero los portadores de sueños todas las noches 
hacían el amor 
y seguía brotando su semilla del vientre de ellas 
que no sólo portaban sueños sino que los 
multiplicaban y los hacían correr y hablar. 
De esta forma el mundo engendró de nuevo su vida 
como también había engendrado 
a los que inventaron la manera 
de apagar el sol. 

Los portadores de sueños sobrevivieron a los 
climas gélidos pero en los climas cálidos casi parecían brotar por 
generación espontánea. 
Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias 
torrenciales tuvieron algo que ver con esto, 
la verdad es que como laboriosas hormiguitas 
estos especímenes no dejaban de soñar y de construir 
hermosos mundos, 
mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se 
llamaban compañeros, 
que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban 
en las muertes, 
se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se 
ayudaban en el 
arte de querer y en la defensa de la felicidad. 

Eran felices en su mundo de azúcar y de viento, 
de todas partes venían a impregnarse de su aliento,
de sus claras miradas, 
hacia todas partes salían los que habían conocido 
portando sueños soñando con profecías nuevas 
que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores 
y de que el mundo no tendría que terminar en la 
hecatombe. 
Por el contrario, los científicos diseñarían 
puentes, jardines, juguetes sorprendentes 
para hacer más gozosa la felicidad del hombre.  
          

Son peligrosos - imprimían las grandes rotativas 
Son peligrosos - decían los presidentes en sus discursos 
Son peligrosos - murmuraban los artífices de la guerra. 
Hay que destruirlos - imprimían las grandes rotativas 
Hay que destruirlos - decían los presidentes en sus discursos 
Hay que destruirlos - murmuraban los artífices de la guerra. 
          
Los portadores de sueños conocían su poder 
por eso no se extrañaban 
también sabían que la vida los había engendrado 
para protegerse de la muerte que anuncian las 
profecías y por eso defendían su vida aun con la muerte. 
Por eso cultivaban jardines de sueños 
y los exportaban con grandes lazos de colores. 
Los profetas de la oscuridad se pasaban noches y días enteros 
vigilando los pasajes y los caminos 
buscando estos peligrosos cargamentos 
que nunca lograban atrapar 
porque el que no tiene ojos para soñar 
no ve los sueños ni de día, ni de noche. 

Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de 
sueños que no pueden detener los traficantes de la muerte; 
por doquier hay paquetes con grandes lazos 
que sólo esta nueva raza de hombres puede ver 
la semilla de estos sueños no se puede detectar 
porque va envuelta en rojos corazones 
en amplios vestidos de maternidad 
donde piesecitos soñadores alborotan los vientres 
que los albergan. 

Dicen que la tierra después de parirlos 
desencadenó un cielo de arcoiris 
y sopló de fecundidad las raíces de los  árboles. 
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto 
sabemos que la vida los engendró 
para protegerse de la muerte que anuncian las 
profecías.

Poemas. Gioconda Belli.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Ahuyentemos el tiempo amor

Ahuyentemos el tiempo, amor

Ahuyentemos el tiempo, amor,
que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados
cuando no estás conmigo
y estás en todas partes
sin estar pero estando.
Me dueles en el cuerpo,
me acaricias el pelo
y no estás
y estás cerca
te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés
me hace sentirme a veces
como una leona herida
me retuerzo
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás
allí
tan cerca.

Poemario, Gioconda Belli (1948-).Poetisa, revolucionaria y novelista nicaragüense.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

La casa de las palabras

La casa de las palabras

A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acu-
dían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos fras-
cos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían,
locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poe-
tas que las miraran, que las olieran, que las tocaran,
que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, proba-
ban palabras con el dedo y entonces se relamían o frun-
cían la naríz. Los poetas andaban en busca de palabras
que no conocían, y también buscaban palabras que co-
nocían y habían perdido.

En la casa de las palabras había una mesa de los co-
lores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada
poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo li-
món o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre,
rojo sangre, rojo vino…...

El libro de los abrazos. Eduardo Galeano, P/L@. Buenos Aires, 2000.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Crepúsculos de la ciudad

CREPÚSCULOS DE LA CIUDAD
A Rafael Vega Albela,
que aquí padeció



I

DEVORA el sol final restos ya inciertos;
el cielo roto, hendido, es una fosa;
la luz se atarda en la pared ruinosa;
polvo y salitre soplan sus desiertos.

Se yerguen más los fresnos, más despiertos,
y anochecen la plaza silenciosa,
tan a ciegas palpada y tan esposa
como herida de bordes siempre abiertos.

Calles en que la nada desemboca,
calles sin fin andadas, desvarío
sin fin del pensamiento desvelado.

Todo lo que me nombra o que me evoca
yace, ciudad, en ti, signo vacío
en tu pecho de piedra sepultado.


II

Mudo, tal un peñasco silencioso
desprendido del cielo, cae, espeso,
el cielo desprendido de su peso,
hundiéndose en sí mismo, piedra y pozo;
arde el anochecer en su destrozo,
cruzo entre la ceniza y el bostezo
calles en donde, anónimo y obseso,
fluye el deseo, río sinuoso;

lepra de livideces en la piedra
llaga indecisa vuelve cada muro;
frente a ataúdes donde en rasos medra

la doméstica muerte cotidiana,
surgen, petrificadas en lo obscuro,
putas: pilares de la noche vana.

III

A la orilla, de mí ya desprendido,
toco la destrucción que en mí se atreve,
palpo ceniza y nada, lo que llueve
el cielo en su caer obscurecido.

Anegado en mi sombra-espejo mido
la deserción del soplo que me mueve:
huyen, fantasma ejército de nieve,
tacto y color, perfume y sed, ruido.

El cielo se desangra en el cobalto
de un duro mar de espumas minerales;
yazgo a mis pies, me miro en el acero

de la piedra gastada y del asfalto:
pisan opacos muertos maquinales,
no mi sombra, mi cuerpo verdadero.


IV


(CIELO)

Frío metal, cuchillo indiferente,
páramo solitario y sin lucero,
llanura sin fronteras, toda acero,
cielo sin llanto, pozo, ciega fuente.

Infranqueable, inmóvil, persistente,
muro total, sin puertas ni asidero,
entre la sed que da tu reverbero
y el otro cielo prometido, ausente.

Sabe la lengua a vidrio entumecido,
a silencio erizado por el viento,
a corazón insomne, remordido.

Nada te mueve, cielo, ni te habita.
Quema el alma raíz y nacimiento
y en sí misma se ahonda y precipita.

V


Las horas, su intangible pesadumbre,
su peso que no pesa, su vacío,
abigarrado horror, la sed que expío
frente al espejo y su glacial vislumbre,

mi ser, que multiplica en muchedumbre
y luego niega en un reflejo impío,
todo, se arrastra, inexorable río,
hacia la nada, sola certidumbre.

Hacia mí mismo voy; hacia las mudas,
solitarias fronteras sin salida:
duras aguas, opacas y desnudas,

horadan lentamente mi conciencia
y van abriendo en mí secreta herida,
que mana sólo, estéril, impaciencia.

[1938-1946]
PAZ, OCTAVIO

viernes, 13 de noviembre de 2015

Borrasca

Borrasca

Noche, madre sombría,
de nubes negras y relámpagos ágiles,
cuyos gritos de luz al mar doblegan:
Menesteroso de silencio, pido
tres palmos de la orilla
desolada,
de donde pueda regresar sencilla,
como un fuego marino, la mirada.


Nublada debo de tenerla ahora,
mientras el mar castiga sus lebreles,
si tú piensas la angustia de una estrella
- viento del norte la desprende el oro -
y yo, sin los resabios
del camino,
en un beso feliz, añejo vino,
dulce soplo de brisa entre los labios.


En el mismo sendero son viadores
un límpido crepúsculo de luna
y el pájaro fugaz de la tormenta.


Para un mismo viajero
se divide en jornadas el camino,
porque pasan la aurora y el copo del lucero
vespertino
en un solo sendero.


Noche, madre sombría:
Cuando llegue el minuto negro de mi borrasca,
hazme sufrirlo aquí, junto a la orilla
del agua amarga.
que, si me vienen ganas de llorar,
quiero tener azules las ideas,
y en mis palabras el sonar
de las mareas.


Poesía, José Gorostiza. Letras Mexicanas FCE, México. 1982


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Pescador de luna

Cuando se mira los faroles rojos
en la orilla del mar,
mi pescador, el de profundos ojos,
pone sus negras redes a pescar.

( El mar ante la noche se ilumina,
y sus olas doradas, al nacer,
florecen como un ansia repentina
en ojos de mujer.)

Pez de luna bruñida no se pesca,
pescador.
Agua del golfo, la ondulada y fresca,
deja que riegue la orilla con amor.

No persigas la forma del lucero,
que ni el agua dormida la dará;
si él, como un sonámbulo viajero,
sólo viene y se va.

Que, pobres, las corrientes y la charca
encierran ilusión,
y ajenos al peligro de tu barca
vienen sueños de luz al corazón.

Con los ojos, ya tímidos, escarbas
en los mares rebeldes a cincel,
y puede correr llanto por tus barbas
de serpientes de miel.

El agua misma, la ondulada y fresca,
ponga un poco de sol en tu dolor.
¡Pez de luna bruñida no se pesca,
pescador!

José Gorostiza.

Otoño

Otoño

Poema de Armand Silvestre
Música: Gabriel Fauré
Traducción del francés: Tomás Uscanga


Otoño en el cielo brumoso, en los horizontes sombríos,
en los breves atardeceres, en las auroras pálidas.
Veo desteñirse tus días melancólicos
como el agua de los torrentes.

Pero, por sobre el ala de los lamentos,
mi espíritu se transfigura.
Como si fuera posible el renacimiento del ayer,
deambulo soñando en las colinas encantadas
donde, desde antaño, sonríe mi juventud.

Siento el claro sol del recuerdo triunfante
florecer de nuevo en un ramillete de delicadas rosas
y, a través de mis lágrimas,
revivir en mi corazón mis olvidados veinte años.


martes, 10 de noviembre de 2015

Invocación

Invocación

Lengua de mis abuelos  habla por mí

No me dejes mentir
No me permitas nunca ofrecer gato por liebre
sobre los movimientos de mi sangre
sobre las variaciones de mi corazón

En ti confío
En tu sabiduría pulida por el tiempo
como el oro en pepita bajo el agua paciente del claro río

Permíteme dudar para creer:
permíteme encender unas palabras para caminar de noche

No me dejes hablar de lo que no he mirado
de lo que no he tocado con los ojos del alma
de lo que no he vivido
de lo que no he palpado
de lo que no he mordido

No permitas que salga por mi boca o mis dedos una música falsa
una música que no haya venido por el aire hasta tocar mi oreja
una música que antes no haya tañido
el arpa ciega de mi corazón

No me dejes zumbar en el vacío
como los abejorros ante el vidrio nocturno

No me dejes callar cuando sienta el peligro
o cuando encuentre oro

Nunca un verso permíteme insistir
que no haya despepitado
la almeja oscura de mi corazón  

Habla por mí  lengua de mis abuelos
Madre y mujer

No me dejes faltarte
No me dejes mentir
No me dejes caer
No me dejes
No.

Efraín Bartolomé  (Ocosingo, Chiapas, 1950)
Poema de "Volver al paraíso".

domingo, 8 de noviembre de 2015

Espantapájaros

ESPANTAPÁJAROS
(AL ALCANCE DE TODOS)
1932

1
No se me importa un pito que las mujeres tengan los
senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de
durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a
cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de
soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una
exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy
irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no
sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que
pretendan seducirme!
Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan
locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus
encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades
de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el
baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus
quehaceres.
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre
las nubes, un puntito rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!”...
y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de
pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos
anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un
espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque
nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué
voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes la de
pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos
alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad
que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una
vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho
centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la
seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que
ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera
imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo. Obra. Editorial Losada, Buenos Aires. 1996.

sábado, 7 de noviembre de 2015

La lámpara en la tierra, Amor América (1400)

           Canto General. Pablo Neruda.

             - I -
La lámpara en la tierra

Amor América (1400)

Antes que la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales:
fueron las cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o la nieve parecían inmóviles:
fue la humedad y la espesura, el trueno
sin nombre todavía, las pampas planetarias.

El hombre tierra fue, vasija, párpado
del barro trémulo, forma de la arcilla,
fue cántaro caribe, piedra chibcha,
copa imperial o sílice araucana.

Tierno y sangriento fue, pero en la empuñadura
de su arma de cristal humedecido,
las iniciales de la tierra estaban
escritas.

Nadie pudo
recordarlas después: el viento
las olvidó, el idioma del agua
fue enterrado, las claves se perdieron
o se inundaron de silencio o sangre.

No se perdió la vida, hermanos pastorales.
Pero como una rosa salvaje
cayó una gota roja en la espesura
y se apagó una lámpara de tierra.

Yo estoy aquí para contar la historia.
Desde la paz del búfalo
hasta las azotadas arenas
de la tierra final, en las espumas
acumuladas de la luz antártica,
y por las madrigueras despeñadas
de la sombría paz venezolana,
te busqué, padre mío,
joven guerrero de tiniebla y cobre,
oh tú, planta nupcial, cabellera indomable,
madre caimán, metálica paloma.

Yo, incásico del légamo,
toqué la piedra y dije:
¿Quién me espera? Y apreté la mano
sobre un puñado de cristal vacío.
Pero anduve entre llores zapotecas
y dulce era la luz como un venado,
y era la sombra como un párpado verde.

Tierra mía sin nombre, sin América,
estambre equinoccial, lanza de púrpura,
tu aroma me trepó por las raíces
hasta la copa que bebía, hasta la más delgada
palabra aún no nacida de mi boca.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Informe sobre caricias

Informe sobre caricias
                                         Antología poética. Mario Benedetti.

1.
La caricia es un lenguaje
si tus caricias me hablan
no quisiera que se callen

2.
La caricia no es la copia
de otra caricia lejana
es una nueva versión
casi siempre mejorada

3.
Es la fiesta de la piel
la caricia mientras dura
y cuando se aleja deja
sin amparo a la lujuria

4.
Las caricias de los sueños
que son prodigio y encanto
adolecen de un defecto
no tienen tacto

5.
Como aventura y enigma
la caricia empieza antes
de convertirse en caricia

6.
Es claro que lo mejor
no es la caricia en sí misma
sino su continuación

Te quiero

Te quiero

Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos

tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro

tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos

y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero

y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola

te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Antología Poética, Mario Benedetti, Editorial Buenos Aires

En la República de los Lobos



Muestrario de poesía. José Emilio Pacheco

En la República de los Lobos.

En la República de los Lobos
nos enseñaron a aullar.

Pero nadie sabe
si nuestro aullido es amenaza, queja,
una forma de música incomprensible
para quien no sea lobo;
un desafío, una oración, un discurso
o un monólogo solipsista.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Discurso sobre los cangrejos

MUESTRARIO DE POESÍA. La lengua de las cosas.

                                                                                     José Emilio Pacheco.

Discurso sobre los cangrejos

En la costa se afirma que los cangrejos
son animales hechizados.
Son seres incapaces de volverse
para mirar sus pasos.

De las tercas mareas aprendieron
la virtud del repliegue,
el ocultarse
entre rocas y limo.

Caminantes oblicuos,
en la tenacidad de sus dos pinzas
sujetan el vacío que penetran
sus ojillos feroces como cuernos.

Nómades en el fango o habitantes
en dos exilios:
extranjeros
ante los pobladores de las aguas
y ante los animales de la tierra.

Trepadores nocturnos,
armaduras errantes,
hoscos y eternamente fugitivos,
siempre rehúyen la inmortalidad
en imposibles círculos cuadrados.

Su frágil caparazón
incita al quebrantamiento
al pisoteo.

(Hércules vengó así la mordedura,
y Juno que lo envió contra este obsceno
personaje de feria,
contra este charlatán de la edad heroica,
para retribuirlo situó a Cáncer
entre los doce signos del Zodiaco,
a fin de que sus patas y tenazas
encaminen al sol por el verano
—el tiempo en que germinan las semillas.)

Ignoro en cuál momento dio su nombre
a ese tumor que rompe los tejidos
y aún al comenzar el final tercio
del siglo veinte
permanece invencible

—y basta su mención para que el miedo
cruce el rostro de todos los presentes.

martes, 3 de noviembre de 2015

Pájaros

El olvido está lleno de memoria.

PÁJAROS
                     Mario Benedetti

Hace ya varios siglos
que pájaros ilustres sobrevuelan
los predios de la vasta poesía

la golondrina el ruiseñor la alondra
la calandria el jilguero el picaflor
el cuervo la oropéndola
y por supuesto el ave fénix
han sido convocados por poetas
para poblar sus bosques
ornamentar sus cielos
y rellenar metáforas

yo aquí rompo una lanza
por los discriminados / los que nunca
o pocas veces comparecen
los pobres pajaritos del olvido
que también están llenos de memoria

por eso aquí propongo
al canario el gorrión el tordo el mirlo
la viuda el estornino el cardenal
la tórtola la urraca el hortelano
el martín pescador el benteveo

para que alguna vez entren al verso
aunque tan sólo sea / como en esta ocasión
por la modesta puerta de servicio