domingo, 31 de enero de 2016

Nunca es tarde para comenzar

Nunca es tarde para comenzar
la pasión renace
como begonias en invierno
dormida en la castidad de la tierra
cubierta por sábanas de musgo
de cristal
decoradas por líquenes de deseo ardiente
y perfume de rocío escarcha
en la piel de la tierra mojada

viernes, 29 de enero de 2016

MONUMENTO AL MAR



Monumento al mar
Vicente Huidobro
 
Paz sobre la constelación cantante de las aguas
Entrechocadas como los hombros de la multitud
Paz en el mar a las olas de buena voluntad
Paz sobre la lápida de los naufragios
Paz sobre los tambores del orgullo y las pupilas 
    tenebrosas
Y si yo soy el traductor de las olas 
Paz también sobre mí

He aquí el molde lleno de trizaduras del destino
El molde de la venganza
Con sus frases iracundas despegándose de los labios
He aquí el molde lleno de gracia
Cuando eres dulce y estás allí hipnotizado por las 
    estrellas
He aquí la muerte inagotable desde el principio del 
    mundo 
Porque un día nadie se paseará por el tiempo 
Nadie a lo largo del tiempo empedrado de planetas 
    difuntos

Este es el mar
El mar con sus olas propias
Con sus propios sentidos
El mar tratando de romper sus cadenas
Queriendo imitar la eternidad
Queriendo ser pulmón o neblina de pájaros en pena
O el jardín de los astros que pesan en el cielo
Sobre las tinieblas que arrastramos
O que acaso nos arrastran
Cuando vuelan de repente todas las palomas de la luna
Y se hace más obscuro que las encrucijadas de la 
    muerte

El mar entra en la carroza de la noche
Y se aleja hacia el misterio de sus parajes profundos 
Se oye apenas el ruido de las ruedas
Y el ala de los astros que penan en el cielo 
Este es el mar
Saludando allá lejos la eternidad 
Saludando a los astros olvidados
Y a las estrellas conocidas

Este es el mar que se despierta como el llanto de un niño
El mar abriendo los ojos y buscando el sol con sus 
    pequeñas manos temblorosas 
El mar empujando las olas 
Sus olas que barajan los destinos

Levántate y saluda el amor de los hombres

Escucha nuestras risas y también nuestro llanto
Escucha los pasos de millones de esclavos 
Escucha la protesta interminable 
De esa angustia que se llama hombre 
Escucha el dolor milenario de los pechos de carne
Y la esperanza que renace de sus propias cenizas 
    cada día

También nosotros te escuchamos 
Rumiando tantos astros atrapados en tus redes 
Rumiando eternamente los siglos naufragados 
También nosotros te escuchamos 
Cuando te revuelcas en tu lecho de dolor 
Cuando tus gladiadores se baten entre sí

Cuando tu cólera hace estallar los meridianos
O bien cuando te agitas como un gran mercado
    en fiesta
O bien cuando maldices a los hombres
O te haces el dormido
Tembloroso en tu gran telaraña esperando la presa

Lloras sin saber por qué lloras
Y nosotros lloramos creyendo saber por qué lloramos 
Sufres sufres como sufren los hombres
Que oiga rechinar tus dientes en la noche
Y te revuelques en tu lecho
Que el insomnio no te deje calmar tus sufrimientos
Que los niños apedreen tus ventanas
Que te arranquen el pelo
Tose tose revienta en sangre tus pulmones
Que tus resortes enmohezcan
Y te veas pisoteado como césped de tumba

Pero soy vagabundo y tengo miedo que me oigas 
Tengo miedo de tus venganzas
Olvida mis maldiciones y cantemos juntos esta noche 
Hazte hombre te digo como yo a veces me hago mar
Olvida los presagios funestos
Olvida la explosión de mis praderas
Yo te tiendo las manos como flores
Hagamos las paces te digo
Tú eres el más poderoso
Que yo estreche tus manos en las mías
Y sea la paz entre nosotros

Junto a mi corazón te siento
Cuando oigo el gemir de tus violines
Cuando estás ahí tendido como el llanto de un niño
Cuando estás pensativo frente al cielo
Cuando estás dolorido en tus almohadas
Cuando te siento llorar detrás de mi ventana
Cuando lloramos sin razón como tú lloras

He aquí el mar
El mar donde viene a estrellarse el olor de las ciudades 
Con su regazo lleno de barcas y peces y otras cosas 
    alegres 
Esas barcas que pescan a la orilla del cielo 
Esos peces que escuchan cada rayo de luz 
Esas algas con sueños seculares
Y esa ola que canta mejor que las otras

He aquí el mar
El mar que se estira y se aferra a sus orillas 
El mar que envuelve las estrellas en sus olas 
El mar con su piel martirizada
Y los sobresaltos de sus venas
Con sus días de paz y sus noches de histeria

Y al otro lado qué hay al otro lado
Qué escondes mar al otro lado
El comienzo de la vida largo como una serpiente 
O el comienzo de la muerte más honda que tú mismo
Y más alta que todos los montes 
Qué hay al otro lado
La milenaria voluntad de hacer una forma y un ritmo 
O el torbellino eterno de pétalos tronchados

He ahí el mar
El mar abierto de par en par
He ahí el mar quebrado de repente
Para que el ojo vea el comienzo del mundo
He ahí el mar
De una ola a la otra hay el tiempo de la vida
De sus olas a mis ojos hay la distancia de la muerte
 



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jueves, 28 de enero de 2016

LA POESÍA ES UN ATENTADO CELESTE

La poesía es un atentado celeste
                                                  Vicente Huidobro 

Yo estoy ausente pero en el fondo de esta ausencia
Hay la espera de mí mismo
Y esta espera es otro modo de presencia
La espera de mi retorno
Yo estoy en otros objetos
Ando en viaje dando un poco de mi vida
A ciertos árboles y a ciertas piedras
Que me han esperado muchos años

Se cansaron de esperarme y se sentaron

Yo no estoy y estoy
Estoy ausente y estoy presente en estado de espera
Ellos querrían mi lenguaje para expresarse
Y yo querría el de ellos para expresarlos
He aquí el equívoco el atroz equívoco

Angustioso lamentable
Me voy adentrando en estas plantas
Voy dejando mis ropas
Se me van cayendo las carnes
Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas

Me estoy haciendo árbol Cuántas veces me he ido
    convirtiendo en otras cosas…
Es doloroso y lleno de ternura

Podría dar un grito pero se espantaría la
    transubstanciación
Hay que guardar silencio Esperar en silencio

sábado, 23 de enero de 2016

VOZ DE ESPERANZA

Voz de esperanza          
                               Vicente Huidobro (1983-1948)

Tienes ojos de orgullo desesperado y de fuego cubierto
Tienes carne color tormento milenario como los
    desiertos de cólera variada y en el fondo idéntica
Tu tristeza es sentir la injusticia vertiginosa que
    enmohece la marcha
Y arrastra los pedazos
Tu dicha sería romper las ataduras que te llaman
a las tinieblas
Y crear con tus manos un planeta en forma de corazón

Oyes la tos de los esclavos y un horno ruge en tus
    entrañas
Oyes las maldiciones abatidas
Oyes gemir y gimes
Oyes los gritos del hambre bajo sombreros como
    tabacos deshojados
Bajo los harapos de nocturna factura
Oyes el llanto y lloras
Oyes la muerte que sale de la noche entrando en los
    huesos
Oyes el cuerpo del mundo retorcido en lamentos
Oyes al angustiado hermano de los pechos sin aire
Oyes gemir y gimes
Con todo tu esqueleto de amarguras inmensas
Mojado de siglos y catástrofes mojado de esperanzas
Oyes la súplica de los mares empuñados
Oyes caer las lágrimas a lo largo de la noche
Y las ves atravesar el día
Oyes sufrir y sufres
Oyes llorar al hombre y lloras como el hombre

Pero una fiebre de mariposa gigantesca
Parte del alba retardada entre redes opacas
Nace una hoguera y nace una voz rodeada de fuego
Una voz que redime a un astro ciego y taciturno
Una voz que se ha lavado en largos sueños
Una voz de torrente sacudido
Una voz de pavorosas profundidades
Una voz que levanta los gestos
Blandiendo el mundo entre centellas iracundas
Martillando en la fragua del universo
Una voz cansada de llorar
Y que se alza de sus principios
A la dignidad negada por inmundas razones
Y exigida por todas las raíces de su ser invencible
Una voz cansada de gemir
El hombre es paciente
Pero no tanto como el tiempo contemplado
Desde la orilla de la noche
El hombre es sufrido
Sus músculos labrados a golpe de milenios
Pero la tierra es suave y le comprende y le ama
De tantos siglos hasta tantos
El hombre es afable
La tierra le ama y pide un modo de armonía
Y quiere una forma de fraterna dulzura
No quiere estar cubierta de tragedias
Ni rodar bajo crímenes entre fiebres sangrientas
La tierra le ama
(Que sea siempre así)
Quiere su luz de flor meditativa
Quiere su dicha como un canto necesario a la marcha
Que caigan entonces los que construyen la desgracia
Los que cierran el horizonte
Los que impiden el canto
Que se entierren al fondo de su noche
Que caigan sí que caigan
Y vamos descargando los muertos al borde del planeta
Arrojemos carroñas al vacío
Y que el cometa del mal agüero les envuelva en
    su sudario
Y les arrastre a la nada sin memoria

Se acercan los hombres en marcha desprendida
De montañas geológicas y llenos de ternura
Viene el hombre amado de la tierra
Con sus ojos de abrazo suficiente
Llega el hombre a pedir sus derechos
Yo me descubro a tu paso como ante un mar que viene
de la noche
Y te entrego mis manos y te entrego mi pecho
Y dejo a tus plantas la actitud de mi cerebro

Tienes un cuerpo traspasado como alarido de perro
nebuloso
Tienes tu voz de lágrima a sonrisa
Tienes tu cielo como un mar levantado por sus ansias
Tu tristeza es ver que no saben lo que vales bajo tu
    piel terrestre
Tu alegría amasar el futuro de tus hijos como hierbas
    entusiastas
De tu mujer como árbol de dulzura

Árboles árboles velad sobre el destino
Árboles cantando su existencia
Sed luminosos sobre el sueño del aprecio
¿Qué hora sería en el revés del mundo
Cuando tu corazón sintió su hora
Y que tu piel terrestre fue traspasada de alaridos?
Árboles árboles qué desnudez se acerca
Y qué mañanas de metal cantante se preparan
Las hojas contaban a la tierra sus proezas
Y la visión del venidero ilustre se alzó en algunos ojos
    exclusivos
Que desde entonces lloran de fiebre entusiasmada

Qué hora sería qué hora
Cuando el mundo te trajo la noticia del futuro coronado
Los pies se hicieron rápidos
El cuerpo se vistió de desnudez en estatuas de viento
Y los ojos devorándose entre ellos como dos locos
    furibundos
Rodaron entre soles y vidrios por todo el universo

Tus manos qué delirio de fuego qué ancha simpatía
Qué lento abrazo a los ruidos de la vida
Tu corazón en buzo bajando a sus raíces
Nadando en sus comienzos
De pie en su objeto comprendido
Tenías tanta hambre de ti mismo

Ruta de obscuras geologías de selvas submarinas
Y de sombras arrodilladas bajo el viento
Hasta el momento que una tiza en el sueño trazó
    el destino
Levantó los gestos de sus profundidades
Y te dijo lo que eras y tendrías que ser
Sobre ese pedestal que recorres inconsciente

Qué hora sería qué hora cayendo de los árboles
Cuando los muertos dieron la orden de despertar
Y las tribus soñolientas mirando las estrellas
Se pusieron en marcha hacia la forma de sus lenguas
Hacia su esencia de memorias desveladas
Y su pasión de ser en penetrante vida
Idea redentora como un pan obscuro que se hace luz
    de sangre y células
Qué hora sería entonces
El huracán rugía entre sus barbas sorprendido
Y el viaje era una estatua de su raíz al tronco y al ramaje
Un trabajo invisible de siglos y cimientos anhelantes
    de aire
No hay detención posible hasta el arco de flores
y horizontes
Que señala su triunfo

Es el hombre
El hombre de pie sobre sus sueños

martes, 19 de enero de 2016

ACACIAS

Acacias
Eugenio Montejo

                                        En la gélida noche rugen los huracanes.
                                                                            "A Diotima", Hölderlin
Estremecidas como naves
acacias emergidas de un paisaje antiguo
y no obstante batidas en su fuego
bajo la negra luz de atardecida.

Yo miro, yo asisto
a este mínimo esplendor tan denso,

yo palpo
la intermitencia de las arboladuras,
su fuego girante, delirante,
enmarcadas en un éxtasis grave
como desposeídas lanzadas al abismo,

así de grande,
en un follaje poblado de sombras agitadas,
las miro
frente a la piedad de mis ojos
bajo los huracanes de la Noche.

jueves, 14 de enero de 2016

ELEGIR MI PAISAJE

Elegir mi paisaje

Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.

Ella devuelve mi mirada inservible,
la de hace apenas quince o veinte años
cuando la casa verde envenenaba el cielo.

Por eso es cruel dejarla recién atardecida
con tantos balcones como nidos a solas
y tantos pasos como nunca esperados.

Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos,
los espías aleves de la soledad,
las piernas de mujer que arrastran a mis ojos
lejos de la ecuación de dos incógnitas.

Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte,
hojas secas, bocinas y nombres desolados,
nubes que van creciendo en mi ventana
mientras la humedad trae lamentos y moscas.

Sin embargo existe también el pasado
con sus súbitas rosas y modestos escándalos
con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera
y su insignificante comezón de recuerdos.

Ah si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.