Nocturno mar
A Salvador Novo
Ni tu silencio duro cristal de dura roca,
ni el frío de la mano que me tiendes,
ni tus palabras secas, sin tiempo ni color,
ni mi nombre, ni siquiera mi nombre
que dictas como cifra desnuda de sentido;
ni la herida profunda, ni la sangre
que mana de sus labios, palpitante,
ni la distancia cada vez más fría
sábana nieve de hospital invierno
tendida entre los dos como la duda;
nada, nada podrá ser más amargo
que el mar que llevo dentro, solo y ciego,
el mar antiguo edipo que me recorre a tientas
desde todos los siglos,
cuando mi sangre aún no era mi sangre,
cuando mi piel crecía en la piel de otro cuerpo,
cuando alguien respiraba por mí que aún no nacía.
El mar que sube mudo hasta mis labios,
el mar que se satura
con el mortal veneno que no mata
pues prolonga la vida y duele más que el dolor.
El mar que hace un trabajo lento y lento
forjando en la caverna de mi pecho
el puño airado de mi corazón.
Mar sin viento ni cielo,
sin olas, desolado,
nocturno mar sin espuma en los labios,
nocturno mar sin cólera, conforme
con lamer las paredes que lo mantienen preso
y esclavo que no rompe sus riberas
y ciego que no busca la luz que le robaron
y amante que no quiere sino su desamor.
Mar que arrastra despojos silenciosos,
olvidos olvidados y deseos,
sílabas de recuerdos y rencores,
ahogados sueños de recién nacidos,
perfiles y perfumes mutilados,
fibras de luz y náufragos cabellos.
Nocturno mar amargo
que circula en estrechos corredores
de corales arterias y raíces
y venas y medusas capilares.
Mar que teje en la sombra su tejido flotante,
con azules agujas ensartadas
con hilos nervios y tensos cordones.
Nocturno mar amargo
que humedece mi lengua con su lenta saliva,
que hace crecer mis uñas con la fuerza
de su marea oscura.
Mi oreja sigue su rumor secreto,
oigo crecer sus rocas y sus plantas
que alargan más y más sus labios dedos.
Lo llevo en mí como un remordimiento,
pecado ajeno y sueño misterioso,
y lo arrullo y lo duermo
y lo escondo y lo cuido y le guardo el secreto.
martes, 19 de julio de 2016
domingo, 17 de julio de 2016
El retorno maléfico.
EL RETORNO MALÉFICO.
Ramón López Velarde.
A D. Ignacio I. Gastélum
Mejor será no regresar al pueblo,
al edén subvertido que se calla
en la mutilación de la metralla.
Hasta los fresnos mancos,
los dignatarios de cúpula oronda,
han de rodar las quejas de la torre
acribillada en los vientos de fronda.
Y la fusilería grabó en la cal
de todas las paredes
de la aldea espectral,
negros y aciagos mapas,
porque en ellos leyese el hijo pródigo
al volver a su umbral
en un anochecer de maleficio,
a la luz de petróleo de una mecha
su esperanza deshecha.
Cuando la tosca llave enmohecida
tuerza la chirriante cerradura,
en la añeja clausura
del zaguán, los dos púdicos
medallones de yeso,
entornando los párpados narcóticos,
se mirarán y se dirán: «¿Qué es eso?»
Y yo entraré con pies advenedizos
hasta el patio agorero
en que hay un brocal ensimismado,
con un cubo de cuero
goteando su gota categórica
como un estribillo plañidero.
Si el sol inexorable, alegre y tónico,
hace hervir a las fuentes catecúmenas
en que bañábase mi sueño crónico;
si se afana la hormiga;
si en los techos resuena y se fatiga
de los buches de tórtola el reclamo
que entre las telarañas zumba y zumba;
mi sed de amar será como una argolla
empotrada en la losa de una tumba.
Las golondrinas nuevas, renovando
con sus noveles picos alfareros
los nidos tempraneros;
bajo el ópalo insigne
de los atardeceres monacales,
el lloro de recientes recentales
por la ubérrima ubre prohibida
de la vaca, rumiante y faraónica,
que al párvulo intimida;
campanario de timbre novedoso;
remozados altares;
el amor amoroso
de las parejas pares;
noviazgos de muchachas
frescas y humildes, como humildes coles,
y que la mano dan por el postigo
a la luz de dramáticos faroles;
alguna señorita
que canta en algún piano
alguna vieja aria;
el gendarme que pita...
...Y una íntima tristeza reaccionaria.
jueves, 4 de febrero de 2016
PRELUDIO
PRELUDIO.
José Gorostiza.
Esa palabra que jamás asoma
a tu idioma cantado de preguntas,
esa, desfalleciente,
que se hiela en el aire de tu voz,
sí, como una respiración de flautas
contra un aire de vidrio evaporada,
¡mírala, ay, tócala!
¡mírala ahora!
en esta exangüe bruma de magnolias,
en esta nimia floración de vaho
que ensombrecido en luz el ojo agónico
y a funestos pestillos
anclado el tenue ruido de las alas
guarda un ángel de sueño en la ventana.
¡Qué muros de cristal, amor, qué muros!
Ay ¿para qué silencios de agua?
Esa palabra, sí, esa palabra
que se coagula en la garganta
como un grito de ámbar.
¡Mírala, ay, tócala!
¡mírala ahora!
Mira que, noche a noche, decantada
en el filtro de un áspero silencio,
quedóse a tanto enmudecer desnuda,
hiriente e inequívoca
así en la entraña de un reloj la muerte,
así la claridad en una cifra
para gestar este lenguaje nuestro,
inaudible,
que se abre al tacto insomne
en la arena, en el pájaro, en la nube,
cuando negro de oráculos retruena
el panorama de la profecía.
¿Quién, si ella no,
pudo fraguar este universo insigne
que nace como un héroe en tu boca?
¡Mírala, ay, tócala,
mírala ahora,
incendiada en un eco de nenúfares!
¿No aquí su angustia asume la inocencia
de una hueca retórica de lianas?
Aquí, entre líquenes de orfebrería
que arrancan de minúsculos canales
¿no echó a tañer al aire
sus cándidas mariposas de escarcha?
Qué, en lugar de esa fe que la consume
hasta la transparencia del destino
¿no aquí escapada al dardo
tenaz de la estatura
se remonta insensata una palmera
para estallar en su ficción de cielo,
maestra en fuegos no,
mas en puros deleites de artificio?
Esa palabra, sí, esa palabra,
esa, desfalleciente,
que se ahoga en el humo de una sombra,
esa que gira como un soplo cauta
sobre bisagras de secreta lama,
esa en que el aura de la voz se astilla,
desalentada,
como si rebotara
en una bella úlcera de plata,
esa que baña sus vocales ácidas
en la espuma de las palomas sacrificadas,
esa que se congela hasta la fiebre
cuando no, ensimismada, se calcina
en la brusca intemperie de una lágrima,
¡mírala, ay, tócala!
¡mírala ahora!
¡mírala, ausente toda de palabra,
sin voz, sin eco, sin idioma, exacta,
mírala cómo traza
en muros de cristal amores de agua!
Poesía, José Gorostiza, F.C.E.
Poesía, José Gorostiza, F.C.E.
domingo, 31 de enero de 2016
Nunca es tarde para comenzar
Nunca es tarde para comenzar
la pasión renace
como begonias en invierno
dormida en la castidad de la tierra
cubierta por sábanas de musgo
de cristal
decoradas por líquenes de deseo ardiente
y perfume de rocío escarcha
en la piel de la tierra mojada
viernes, 29 de enero de 2016
MONUMENTO AL MAR
Monumento al mar
Vicente Huidobro
Paz sobre la constelación cantante de las aguas
Entrechocadas como los hombros de la multitud
Paz en el mar a las olas de buena voluntad
Paz sobre la lápida de los naufragios
Paz sobre los tambores del orgullo y las pupilas
tenebrosas
Y si yo soy el traductor de las olas
Paz también sobre mí
He aquí el molde lleno de trizaduras del destino
El molde de la venganza
Con sus frases iracundas despegándose de los labios
He aquí el molde lleno de gracia
Cuando eres dulce y estás allí hipnotizado por las
estrellas
He aquí la muerte inagotable desde el principio del
mundo
Porque un día nadie se paseará por el tiempo
Nadie a lo largo del tiempo empedrado de planetas
difuntos
Este es el mar
El mar con sus olas propias
Con sus propios sentidos
El mar tratando de romper sus cadenas
Queriendo imitar la eternidad
Queriendo ser pulmón o neblina de pájaros en pena
O el jardín de los astros que pesan en el cielo
Sobre las tinieblas que arrastramos
O que acaso nos arrastran
Cuando vuelan de repente todas las palomas de la luna
Y se hace más obscuro que las encrucijadas de la
muerte
El mar entra en la carroza de la noche
Y se aleja hacia el misterio de sus parajes profundos
Se oye apenas el ruido de las ruedas
Y el ala de los astros que penan en el cielo
Este es el mar
Saludando allá lejos la eternidad
Saludando a los astros olvidados
Y a las estrellas conocidas
Este es el mar que se despierta como el llanto de un niño
El mar abriendo los ojos y buscando el sol con sus
pequeñas manos temblorosas
El mar empujando las olas
Sus olas que barajan los destinos
Levántate y saluda el amor de los hombres
Escucha nuestras risas y también nuestro llanto
Escucha los pasos de millones de esclavos
Escucha la protesta interminable
De esa angustia que se llama hombre
Escucha el dolor milenario de los pechos de carne
Y la esperanza que renace de sus propias cenizas
cada día
También nosotros te escuchamos
Rumiando tantos astros atrapados en tus redes
Rumiando eternamente los siglos naufragados
También nosotros te escuchamos
Cuando te revuelcas en tu lecho de dolor
Cuando tus gladiadores se baten entre sí
Cuando tu cólera hace estallar los meridianos
O bien cuando te agitas como un gran mercado
en fiesta
O bien cuando maldices a los hombres
O te haces el dormido
Tembloroso en tu gran telaraña esperando la presa
Lloras sin saber por qué lloras
Y nosotros lloramos creyendo saber por qué lloramos
Sufres sufres como sufren los hombres
Que oiga rechinar tus dientes en la noche
Y te revuelques en tu lecho
Que el insomnio no te deje calmar tus sufrimientos
Que los niños apedreen tus ventanas
Que te arranquen el pelo
Tose tose revienta en sangre tus pulmones
Que tus resortes enmohezcan
Y te veas pisoteado como césped de tumba
Pero soy vagabundo y tengo miedo que me oigas
Tengo miedo de tus venganzas
Olvida mis maldiciones y cantemos juntos esta noche
Hazte hombre te digo como yo a veces me hago mar
Olvida los presagios funestos
Olvida la explosión de mis praderas
Yo te tiendo las manos como flores
Hagamos las paces te digo
Tú eres el más poderoso
Que yo estreche tus manos en las mías
Y sea la paz entre nosotros
Junto a mi corazón te siento
Cuando oigo el gemir de tus violines
Cuando estás ahí tendido como el llanto de un niño
Cuando estás pensativo frente al cielo
Cuando estás dolorido en tus almohadas
Cuando te siento llorar detrás de mi ventana
Cuando lloramos sin razón como tú lloras
He aquí el mar
El mar donde viene a estrellarse el olor de las ciudades
Con su regazo lleno de barcas y peces y otras cosas
alegres
Esas barcas que pescan a la orilla del cielo
Esos peces que escuchan cada rayo de luz
Esas algas con sueños seculares
Y esa ola que canta mejor que las otras
He aquí el mar
El mar que se estira y se aferra a sus orillas
El mar que envuelve las estrellas en sus olas
El mar con su piel martirizada
Y los sobresaltos de sus venas
Con sus días de paz y sus noches de histeria
Y al otro lado qué hay al otro lado
Qué escondes mar al otro lado
El comienzo de la vida largo como una serpiente
O el comienzo de la muerte más honda que tú mismo
Y más alta que todos los montes
Qué hay al otro lado
La milenaria voluntad de hacer una forma y un ritmo
O el torbellino eterno de pétalos tronchados
He ahí el mar
El mar abierto de par en par
He ahí el mar quebrado de repente
Para que el ojo vea el comienzo del mundo
He ahí el mar
De una ola a la otra hay el tiempo de la vida
De sus olas a mis ojos hay la distancia de la muerte
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jueves, 28 de enero de 2016
LA POESÍA ES UN ATENTADO CELESTE
La poesía es un atentado celeste
Vicente Huidobro
Yo estoy ausente pero en el fondo de esta ausencia
Hay la espera de mí mismo
Y esta espera es otro modo de presencia
La espera de mi retorno
Yo estoy en otros objetos
Ando en viaje dando un poco de mi vida
A ciertos árboles y a ciertas piedras
Que me han esperado muchos años
Se cansaron de esperarme y se sentaron
Yo no estoy y estoy
Estoy ausente y estoy presente en estado de espera
Ellos querrían mi lenguaje para expresarse
Y yo querría el de ellos para expresarlos
He aquí el equívoco el atroz equívoco
Angustioso lamentable
Me voy adentrando en estas plantas
Voy dejando mis ropas
Se me van cayendo las carnes
Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas
Me estoy haciendo árbol Cuántas veces me he ido
convirtiendo en otras cosas…
Es doloroso y lleno de ternura
Podría dar un grito pero se espantaría la
transubstanciación
Hay que guardar silencio Esperar en silencio
Hay la espera de mí mismo
Y esta espera es otro modo de presencia
La espera de mi retorno
Yo estoy en otros objetos
Ando en viaje dando un poco de mi vida
A ciertos árboles y a ciertas piedras
Que me han esperado muchos años
Se cansaron de esperarme y se sentaron
Yo no estoy y estoy
Estoy ausente y estoy presente en estado de espera
Ellos querrían mi lenguaje para expresarse
Y yo querría el de ellos para expresarlos
He aquí el equívoco el atroz equívoco
Angustioso lamentable
Me voy adentrando en estas plantas
Voy dejando mis ropas
Se me van cayendo las carnes
Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas
Me estoy haciendo árbol Cuántas veces me he ido
convirtiendo en otras cosas…
Es doloroso y lleno de ternura
Podría dar un grito pero se espantaría la
transubstanciación
Hay que guardar silencio Esperar en silencio
sábado, 23 de enero de 2016
VOZ DE ESPERANZA
Voz de esperanza
Vicente Huidobro (1983-1948)
Vicente Huidobro (1983-1948)
Tienes ojos de orgullo desesperado y de fuego cubierto
Tienes carne color tormento milenario como los
desiertos de cólera variada y en el fondo idéntica
Tu tristeza es sentir la injusticia vertiginosa que
enmohece la marcha
Y arrastra los pedazos
Tu dicha sería romper las ataduras que te llaman
a las tinieblas
Y crear con tus manos un planeta en forma de corazón
Oyes la tos de los esclavos y un horno ruge en tus
entrañas
Oyes las maldiciones abatidas
Oyes gemir y gimes
Oyes los gritos del hambre bajo sombreros como
tabacos deshojados
Bajo los harapos de nocturna factura
Oyes el llanto y lloras
Oyes la muerte que sale de la noche entrando en los
huesos
Oyes el cuerpo del mundo retorcido en lamentos
Oyes al angustiado hermano de los pechos sin aire
Oyes gemir y gimes
Con todo tu esqueleto de amarguras inmensas
Mojado de siglos y catástrofes mojado de esperanzas
Oyes la súplica de los mares empuñados
Oyes caer las lágrimas a lo largo de la noche
Y las ves atravesar el día
Oyes sufrir y sufres
Oyes llorar al hombre y lloras como el hombre
Pero una fiebre de mariposa gigantesca
Parte del alba retardada entre redes opacas
Nace una hoguera y nace una voz rodeada de fuego
Una voz que redime a un astro ciego y taciturno
Una voz que se ha lavado en largos sueños
Una voz de torrente sacudido
Una voz de pavorosas profundidades
Una voz que levanta los gestos
Blandiendo el mundo entre centellas iracundas
Martillando en la fragua del universo
Una voz cansada de llorar
Y que se alza de sus principios
A la dignidad negada por inmundas razones
Y exigida por todas las raíces de su ser invencible
Una voz cansada de gemir
El hombre es paciente
Pero no tanto como el tiempo contemplado
Desde la orilla de la noche
El hombre es sufrido
Sus músculos labrados a golpe de milenios
Pero la tierra es suave y le comprende y le ama
De tantos siglos hasta tantos
El hombre es afable
La tierra le ama y pide un modo de armonía
Y quiere una forma de fraterna dulzura
No quiere estar cubierta de tragedias
Ni rodar bajo crímenes entre fiebres sangrientas
La tierra le ama
(Que sea siempre así)
Quiere su luz de flor meditativa
Quiere su dicha como un canto necesario a la marcha
Que caigan entonces los que construyen la desgracia
Los que cierran el horizonte
Los que impiden el canto
Que se entierren al fondo de su noche
Que caigan sí que caigan
Y vamos descargando los muertos al borde del planeta
Arrojemos carroñas al vacío
Y que el cometa del mal agüero les envuelva en
su sudario
Y les arrastre a la nada sin memoria
Se acercan los hombres en marcha desprendida
De montañas geológicas y llenos de ternura
Viene el hombre amado de la tierra
Con sus ojos de abrazo suficiente
Llega el hombre a pedir sus derechos
Yo me descubro a tu paso como ante un mar que viene
de la noche
Y te entrego mis manos y te entrego mi pecho
Y dejo a tus plantas la actitud de mi cerebro
Tienes un cuerpo traspasado como alarido de perro
nebuloso
Tienes tu voz de lágrima a sonrisa
Tienes tu cielo como un mar levantado por sus ansias
Tu tristeza es ver que no saben lo que vales bajo tu
piel terrestre
Tu alegría amasar el futuro de tus hijos como hierbas
entusiastas
De tu mujer como árbol de dulzura
Árboles árboles velad sobre el destino
Árboles cantando su existencia
Sed luminosos sobre el sueño del aprecio
¿Qué hora sería en el revés del mundo
Cuando tu corazón sintió su hora
Y que tu piel terrestre fue traspasada de alaridos?
Árboles árboles qué desnudez se acerca
Y qué mañanas de metal cantante se preparan
Las hojas contaban a la tierra sus proezas
Y la visión del venidero ilustre se alzó en algunos ojos
exclusivos
Que desde entonces lloran de fiebre entusiasmada
Qué hora sería qué hora
Cuando el mundo te trajo la noticia del futuro coronado
Los pies se hicieron rápidos
El cuerpo se vistió de desnudez en estatuas de viento
Y los ojos devorándose entre ellos como dos locos
furibundos
Rodaron entre soles y vidrios por todo el universo
Tus manos qué delirio de fuego qué ancha simpatía
Qué lento abrazo a los ruidos de la vida
Tu corazón en buzo bajando a sus raíces
Nadando en sus comienzos
De pie en su objeto comprendido
Tenías tanta hambre de ti mismo
Ruta de obscuras geologías de selvas submarinas
Y de sombras arrodilladas bajo el viento
Hasta el momento que una tiza en el sueño trazó
el destino
Levantó los gestos de sus profundidades
Y te dijo lo que eras y tendrías que ser
Sobre ese pedestal que recorres inconsciente
Qué hora sería qué hora cayendo de los árboles
Cuando los muertos dieron la orden de despertar
Y las tribus soñolientas mirando las estrellas
Se pusieron en marcha hacia la forma de sus lenguas
Hacia su esencia de memorias desveladas
Y su pasión de ser en penetrante vida
Idea redentora como un pan obscuro que se hace luz
de sangre y células
Qué hora sería entonces
El huracán rugía entre sus barbas sorprendido
Y el viaje era una estatua de su raíz al tronco y al ramaje
Un trabajo invisible de siglos y cimientos anhelantes
de aire
No hay detención posible hasta el arco de flores
y horizontes
Que señala su triunfo
Es el hombre
El hombre de pie sobre sus sueños
Tienes carne color tormento milenario como los
desiertos de cólera variada y en el fondo idéntica
Tu tristeza es sentir la injusticia vertiginosa que
enmohece la marcha
Y arrastra los pedazos
Tu dicha sería romper las ataduras que te llaman
a las tinieblas
Y crear con tus manos un planeta en forma de corazón
Oyes la tos de los esclavos y un horno ruge en tus
entrañas
Oyes las maldiciones abatidas
Oyes gemir y gimes
Oyes los gritos del hambre bajo sombreros como
tabacos deshojados
Bajo los harapos de nocturna factura
Oyes el llanto y lloras
Oyes la muerte que sale de la noche entrando en los
huesos
Oyes el cuerpo del mundo retorcido en lamentos
Oyes al angustiado hermano de los pechos sin aire
Oyes gemir y gimes
Con todo tu esqueleto de amarguras inmensas
Mojado de siglos y catástrofes mojado de esperanzas
Oyes la súplica de los mares empuñados
Oyes caer las lágrimas a lo largo de la noche
Y las ves atravesar el día
Oyes sufrir y sufres
Oyes llorar al hombre y lloras como el hombre
Pero una fiebre de mariposa gigantesca
Parte del alba retardada entre redes opacas
Nace una hoguera y nace una voz rodeada de fuego
Una voz que redime a un astro ciego y taciturno
Una voz que se ha lavado en largos sueños
Una voz de torrente sacudido
Una voz de pavorosas profundidades
Una voz que levanta los gestos
Blandiendo el mundo entre centellas iracundas
Martillando en la fragua del universo
Una voz cansada de llorar
Y que se alza de sus principios
A la dignidad negada por inmundas razones
Y exigida por todas las raíces de su ser invencible
Una voz cansada de gemir
El hombre es paciente
Pero no tanto como el tiempo contemplado
Desde la orilla de la noche
El hombre es sufrido
Sus músculos labrados a golpe de milenios
Pero la tierra es suave y le comprende y le ama
De tantos siglos hasta tantos
El hombre es afable
La tierra le ama y pide un modo de armonía
Y quiere una forma de fraterna dulzura
No quiere estar cubierta de tragedias
Ni rodar bajo crímenes entre fiebres sangrientas
La tierra le ama
(Que sea siempre así)
Quiere su luz de flor meditativa
Quiere su dicha como un canto necesario a la marcha
Que caigan entonces los que construyen la desgracia
Los que cierran el horizonte
Los que impiden el canto
Que se entierren al fondo de su noche
Que caigan sí que caigan
Y vamos descargando los muertos al borde del planeta
Arrojemos carroñas al vacío
Y que el cometa del mal agüero les envuelva en
su sudario
Y les arrastre a la nada sin memoria
Se acercan los hombres en marcha desprendida
De montañas geológicas y llenos de ternura
Viene el hombre amado de la tierra
Con sus ojos de abrazo suficiente
Llega el hombre a pedir sus derechos
Yo me descubro a tu paso como ante un mar que viene
de la noche
Y te entrego mis manos y te entrego mi pecho
Y dejo a tus plantas la actitud de mi cerebro
Tienes un cuerpo traspasado como alarido de perro
nebuloso
Tienes tu voz de lágrima a sonrisa
Tienes tu cielo como un mar levantado por sus ansias
Tu tristeza es ver que no saben lo que vales bajo tu
piel terrestre
Tu alegría amasar el futuro de tus hijos como hierbas
entusiastas
De tu mujer como árbol de dulzura
Árboles árboles velad sobre el destino
Árboles cantando su existencia
Sed luminosos sobre el sueño del aprecio
¿Qué hora sería en el revés del mundo
Cuando tu corazón sintió su hora
Y que tu piel terrestre fue traspasada de alaridos?
Árboles árboles qué desnudez se acerca
Y qué mañanas de metal cantante se preparan
Las hojas contaban a la tierra sus proezas
Y la visión del venidero ilustre se alzó en algunos ojos
exclusivos
Que desde entonces lloran de fiebre entusiasmada
Qué hora sería qué hora
Cuando el mundo te trajo la noticia del futuro coronado
Los pies se hicieron rápidos
El cuerpo se vistió de desnudez en estatuas de viento
Y los ojos devorándose entre ellos como dos locos
furibundos
Rodaron entre soles y vidrios por todo el universo
Tus manos qué delirio de fuego qué ancha simpatía
Qué lento abrazo a los ruidos de la vida
Tu corazón en buzo bajando a sus raíces
Nadando en sus comienzos
De pie en su objeto comprendido
Tenías tanta hambre de ti mismo
Ruta de obscuras geologías de selvas submarinas
Y de sombras arrodilladas bajo el viento
Hasta el momento que una tiza en el sueño trazó
el destino
Levantó los gestos de sus profundidades
Y te dijo lo que eras y tendrías que ser
Sobre ese pedestal que recorres inconsciente
Qué hora sería qué hora cayendo de los árboles
Cuando los muertos dieron la orden de despertar
Y las tribus soñolientas mirando las estrellas
Se pusieron en marcha hacia la forma de sus lenguas
Hacia su esencia de memorias desveladas
Y su pasión de ser en penetrante vida
Idea redentora como un pan obscuro que se hace luz
de sangre y células
Qué hora sería entonces
El huracán rugía entre sus barbas sorprendido
Y el viaje era una estatua de su raíz al tronco y al ramaje
Un trabajo invisible de siglos y cimientos anhelantes
de aire
No hay detención posible hasta el arco de flores
y horizontes
Que señala su triunfo
Es el hombre
El hombre de pie sobre sus sueños
martes, 19 de enero de 2016
ACACIAS
Acacias
Eugenio Montejo
En la gélida noche rugen los huracanes.
"A Diotima", Hölderlin
En la gélida noche rugen los huracanes.
"A Diotima", Hölderlin
Estremecidas como naves
acacias emergidas de un paisaje antiguo
y no obstante batidas en su fuego
bajo la negra luz de atardecida.
acacias emergidas de un paisaje antiguo
y no obstante batidas en su fuego
bajo la negra luz de atardecida.
Yo miro, yo asisto
a este mínimo esplendor tan denso,
yo palpo
la intermitencia de las arboladuras,
su fuego girante, delirante,
enmarcadas en un éxtasis grave
como desposeídas lanzadas al abismo,
así de grande,
en un follaje poblado de sombras agitadas,
las miro
frente a la piedad de mis ojos
bajo los huracanes de la Noche.
bajo los huracanes de la Noche.
jueves, 14 de enero de 2016
ELEGIR MI PAISAJE
Elegir mi paisaje
Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.
Ella devuelve mi mirada inservible,
la de hace apenas quince o veinte años
cuando la casa verde envenenaba el cielo.
Por eso es cruel dejarla recién atardecida
con tantos balcones como nidos a solas
y tantos pasos como nunca esperados.
Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos,
los espías aleves de la soledad,
las piernas de mujer que arrastran a mis ojos
lejos de la ecuación de dos incógnitas.
Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte,
hojas secas, bocinas y nombres desolados,
nubes que van creciendo en mi ventana
mientras la humedad trae lamentos y moscas.
Sin embargo existe también el pasado
con sus súbitas rosas y modestos escándalos
con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera
y su insignificante comezón de recuerdos.
Ah si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.
Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.
Ella devuelve mi mirada inservible,
la de hace apenas quince o veinte años
cuando la casa verde envenenaba el cielo.
Por eso es cruel dejarla recién atardecida
con tantos balcones como nidos a solas
y tantos pasos como nunca esperados.
Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos,
los espías aleves de la soledad,
las piernas de mujer que arrastran a mis ojos
lejos de la ecuación de dos incógnitas.
Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte,
hojas secas, bocinas y nombres desolados,
nubes que van creciendo en mi ventana
mientras la humedad trae lamentos y moscas.
Sin embargo existe también el pasado
con sus súbitas rosas y modestos escándalos
con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera
y su insignificante comezón de recuerdos.
Ah si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.
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