Primeros poemas
Xavier Villaurrutia
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En la tarde que muere con lasciva agonía
entreabriendo su manto para regar de flores
la campiña serena, la amada de un día
rememoró al oído los pasados amores.
Y el crepúsculo rojo que a lo lejos moría
en su último rútilo al hundirse en lo arcano
iluminó mi rostro. Yo sentí que vivía
y la besé en la frente, y la besé en la mano.
Y desde aquella tarde tan muda y tan serena,
nuestra vida tornóse como antaño había sido
sin que aquella alegría la nublase la pena,
descorriendo al pasado el velo del olvido.
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